El sarampión es una enfermedad producida por la infección de un virus (mixovirus) que es muy contagioso, y que cursa con un cuadro clínico en tres fases, un período inicial de incubación prácticamente sin síntomas, una fase precoz con enrojecimiento intenso de la mucosa oral y de la garganta y un gran catarro ocular, faringeo y nasal.
Posteriormente aparece una erupción en la piel en forma de manchas rojas confluentes y diseminadas, tos con fiebre y enrojecimiento de las conjuntivas oculares.
La causa del sarampión es un mixovirus del género de los Morbilivirus y de la familia Paramyxoviridae. La infección se transmite por las secreciones nasales y orales o de una persona infectada y la incubación es de 8 a 14 días antes de la aparición de los síntomas.
La contagiosidad es alta a partir de un paciente que está en fase inicial, después aunque con menor intensidad, también se eliminan virus del sarampión los primeros 5 días del período exantemático. La transmisión se produce por vía aérea.
Las complicaciones del sarampión pueden ser las siguientes:
Infección de oído. Una de las complicaciones más frecuentes del sarampión.
Bronquitis, laringitis o difteria. El sarampión puede provocar la inflamación del aparato respiratorio, de la voz (laringe) o la inflamación de las paredes internas que alinean las principales vías de paso de aire de los pulmones (tubos bronquiales).
Neumonía. Es una complicación frecuente del sarampión y puede llegar a causar la muerte.
Encefalitis. Inflamación del cerebro que puede causar vómitos, convulsiones y, rara vez, un estado de coma o, incluso, la muerte. La encefalitis puede manifestarse muy poco después de haber contraído sarampión o después de varios meses.
Problemas del embarazo. El sarampión en embarazadas puede provocar la pérdida del embarazo, un parto prematuro o bajo peso en el bebé al nacer.
Recuento bajo de plaquetas (trombocitopenia). El sarampión puede generar una disminución de las plaquetas, el tipo de células sanguíneas que son esenciales para la coagulación de la sangre.
El cuadro clínico es muy claro, y sobre todo que aparece dentro de una epidemia, en la que aparecen varios casos a la vez. Se pueden hacer estudios de laboratorio para comprobar la existencia del virus del sarampión o de anticuerpos antivirus del mismo.
Ningún tratamiento puede hacer desaparecer una infección por sarampión confirmada. Sin embargo, se pueden tomar algunas medidas para proteger a las personas vulnerables que hayan estado expuestas al virus.
Para ayudar a aliviar la fiebre que acompaña el sarampión se puede tomar los siguientes medicamentos: paracetamol, ibuprofeno o naproxeno.
Antibióticos. Si se contrae una infección bacteriana, como neumonía o una infección en el oído.
La vitamina A, puede disminuir la gravedad del sarampión. Generalmente, se administra una dosis grande durante dos días.
Para el picor de la piel se pueden aplicar lociones de mentol o de calamina.
La mejor forma de prevenir el sarampión es mediante la vacunación.
La primera dosis se recomienda entre los 12 y los 15 meses, pero puede usarse tan pronto como a los 6 meses durante los brotes epidémicos o antes de un viaje internacional.
La segunda dosis se administra entre los 4 y los 6 años.
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